De leyenda

Así veíamos antes las carreras de motos

En este reportaje os contamos cómo se veían antes las carreras de motos. Cuando os deis cuenta de la diferencia que hay con cómo las vemos ahora, os vais a quedar con la boca abierta.

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Así veíamos antes las carreras de motos

Que nos acostumbramos rápido a las comodidades es una evidencia. Y es lógico, porque si las cosas pueden ir a mejor, ¿para qué conformarlos con lo peor? Las carreras de motos, por ejemplo. Tener mil cámaras repartidas por la Honda de Marc Márquez durante un Gran Premio es lo más normal del mundo. Que puedas escoger qué cámara ver para seguir la batalla ya no le sorprende a nadie. Que tengas todos los tiempos, los parciales, las diferencias entre pilotos y un largo etcétera es lo mínimo que cualquier aficionado espera cuando sigue una carrera. Pero no siempre fue así, ni mucho menos. Hoy recordaremos cómo era seguir el Mundial sin toda la tecnología contemporánea. Un spoiler: las motos eran igual de maravillosas.

El Mundial de Motociclismo empezó a disputarse en 1949. Se corría en cinco categorías: 50cc, 125cc, 250cc, 350cc y 500c. Lo primero y lógico es hablar del blanco y negro, pues es así como se veía entonces la televisión, con lo complicado que resultaba para los telespectadores distinguir a los pilotos. Había que tirar del enorme número que lucían en el frontal o de la pericia del narrador de la carrera a la hora de identificarlos. Para no equivocarse en casa, lo más inteligente era decir que ese o aquel eran italianos, porque en los inicios del campeonato, los motoristas del país transalpino solían copar las primeras posiciones del podio. Basta con recordar que la firma de motos MV Agusta, creada en 1945 y con sede en Varese, ganó el Mundial 17 años seguidos.

Los camarógrafos de aquellos tiempos (y es algo que se mantuvo durante años) eran auténticos valientes. Las imágenes se grababan desde el interior del circuito, puesto que las cámaras no daban el aumento que ahora te permite ver con espeluznante resolución cómo la rueda trasera de Jorge Lorenzo levanta las virutas de neumático que reposan sobre el asfalto. Eran, pues, retransmisiones en las que la moto casi se te venía encima. También al público, que solía seguir el espectáculo desde mucho más cerca que en la actualidad. De aquellos años, y es algo que todavía veíamos en los 80, también vale la pena recordar que las máquinas se encendían arrastrándolas. Un saltito y a correr como locos cuando entraba la marcha y se generaba la chispa que encendía el motor. En la cabeza, un casco que hoy se parecería más a los que usan los ciclistas que a los que emplean los pilotos de MotoGP.

También en aquellas primeras décadas, la mayoría de trazados eran urbanos, con todo lo que significa eso de cóctel de espectáculo y riesgo. En España, por ejemplo, era muy conocido el Circuito de Montjuïc. Aunque el más mítico acabaría siendo el de Assen, en los Países Bajos, que es el único que nunca ha fallado en el Mundial de Motociclismo desde 1949. Se construyó en 1925 y solo ha dejado de albergar carreras entre 1940 y 1945, durante la Segunda Guerra Mundial.

Las carreras en color empezaron a llegar a Estados Unidos en los años 50, pero para el resto de países esta tecnología no se popularizó hasta entrados los 60 e incluso los 70 y 80. Durante todos estos años, y eso es algo que no ha cambiado, los periodistas han podido acercarse a los pilotos hasta minutos antes de la salida. Es uno de los pocos deportes en los que este contacto se ha mantenido intacto. En el fútbol hoy sería impensable que un reportero se cuele en un vestuario tras un partido o que hable con un jugador durante la media parte. Tres décadas atrás, era lo más normal del mundo.

Vamos con la tecnología. El cambio más importante y que dio pie a lo que hoy son las retransmisiones del Mundial de Motociclismo, se produjo en 1985. En ese año, en la carrera disputada precisamente en Assen durante el GP de Holanda, se colocó la primera cámara ‘on board’ en la moto de un piloto. Se trataba de la Honda NSR500 de Randy Mamola. Tratándose del piloto estadounidense, el espectáculo estaba asegurado, pero se escapó y rodó prácticamente en solitario durante toda la carrera, así que poco se pudo ver más allá de una curiosa y distinta visión frontal del histórico trazado bajo la lluvia. La cámara pesaba entonces casi 1,4 kilos, un auténtico elefante si tenemos en cuenta que hoy no llegan a los 80 gramos.

Todo cambió a partir de ese momento. De la solitaria cámara de Mamola se pasó a las más de 120 que habitualmente se colocan en las motos de los pilotos que toman la salida en las carreras de MotoGP. Ahora las cámaras nos enseñan hasta el último detalle del campeonato. También sabemos a qué velocidad van, las revoluciones de la máquina; vivimos la frenada como si estuviéramos controlando el manillar, conocemos el grado exacto de inclinación y podemos elegir qué visión preferimos del Gran Premio. ¿Significa eso que ahora es mejor que antes? Afirmarlo sería faltarle el respeto a todos y cada uno de los que han hecho posible que durante 70 años podamos disfrutar de uno de los mejores espectáculos del planeta. A todos ellos, gracias.

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Comentarios

  1. Pascu dice:

    Y entonces las veíamos todos, sin pasar por «taquilla», era un deporte para todos.

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