Cultura Motera

Escena motera japonesa: una manera diferente de entender una pasión

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Japón es un país intenso y único para vivir las motos. Te contamos los qués, los cómos y los porqués de su escena motera que es digna de conocer.

Escena motera japonesa
Escena motera japonesa: una manera diferente de entender una pasión

Japón ha pasado de ser en apenas 50 años, de un mero espectador a ser uno de los protagonistas principales de esto que tanto amamos, la cultura de las motos. Hoy en día nos resultaría imposible imaginar un día de ruta sin estar rodeado de máquinas niponas, pero no siempre fue así.

Algo que caracteriza a los japoneses es su pasión y determinación, y de esta nació la primera gran marca de motocicletas niponas. De la mano de Sōichirō Honda nace, en 1946, Honda Technical Research con el objetivo de crear una modesta bicicleta con un pequeño motor, práctica y asequible. En 1952 Suzuki lanza su primera moto y dos años después, en 1954, le llega el turno a Yamaha. No sería hasta 1961 que Kawasaki completaría la lista de grandes fabricantes nipones.

El éxito de estas empresas no se quedó en las calles de Tokio o Yokohama. Siendo una nación dónde el trabajo bien hecho es venerado como en pocos, la calidad de sus productos pronto llegaría a todos los rincones del mundo, especialmente en los circuitos, dónde nadie esperaba lo que hoy todos sabemos, en Japón saben hacer muy buenas motos.

El debut de una moto japonesa en una competición internacional fue en la Isla de Man en 1959 dónde Honda consiguió puntuar con sus cuatro motos alzando así el trofeo de fabricantes. Un año más tarde Honda entraba en el Campeonato del Mundo y, en 1961, Tom Phillis se hacía con la primera victoria para los japoneses en el Gran Premio de España, el resto es historia, una historia de éxitos, premios y las motos más alucinantes jamás vistas.

Mientras las motos japonesas brillaban con luz propia ante todo el mundo, en las calles de Tokio los jóvenes buscaban su identidad y, como en tantos otros lugares del planeta, la música Rock, el Pop y las motos se convirtieron en insignia de una nueva generación que crearía los primeros grupos moteros del país.

Artistas como Akiko Wada se enfundaban sus chupas de cuero y posaban con sus Hondas CB750 en las portadas de sus discos y en películas de serie B como la franquicia “Stray Cat Rock” alimentando la fiebre motera en el país.

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Algunos de los clubs, influenciados por los rockers británicos y americanos, se hicieron llamar Kaminari zoku, la tribu del rayo. Más ruidosos y exagerados con sus customizaciones darían paso en los años 80 a lo que hoy se conoce como Bōsōzoku, con sus motos extremadamente modificadas que sorprendían.

Al mismo tiempo que los Bōsōzoku customizaban sus motos clásicas hasta límites que nadie hubiera imaginado jamás, la cultura motera en Japón seguía su curso. En los ochenta y los noventa Japón seguía exportando motos y los Riders nipones, grandes conocedores de la tecnología que conducían, disfrutaban en sus escapadas y concentraciones siempre buscando lo último, lo mejor, lo más original.

Hoy en día los Riders japoneses siguen siendo famosos por sus customizaciones, bien sea por el vinilado de un carenado, la extensión del tren trasero o la utilización de luces RGB, sus motos destacan de una manera única. Una pasión difícil de igualar que les hace llegar a extremos que no dejan indiferente a nadie.

Tratándose de un país tan ecléctico no es raro encontrar clubes para todos los gustos, desde motos custom al más puro estilo americano hasta otros más curiosos como los grupos dedicados a modelos como la Motocompo o la Fuji Rabbit.

Este fin de semana los japoneses llenarán las gradas de Motegi para ver a los mejores pilotos competir con las mejores motos. Y bien lleguen montados en una CBR de fábrica o en una CB750 modificada, saldrán a las gradas a darlo todo, pues la moto campeona vuelve a casa y, además, nuestro pequeño Samurái le acompaña.

¿Listos para animar al equipo en Japón?

Foto cabecera: Roki Do | Flickr

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